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lunes, 20 de enero de 2014

UNA PROPUESTA

Una extraña paradoja: al actuar, la gente solo piensa en su interés privado más mezquino, pero al mismo tiempo su comportamiento está, más que nunca, condicionado por los instintos de masa. y, mas que nunca, estos vagan a la deriva, ajenos a la vida. Así comienza Fernando Savater, su libro “Ética como amor propio” parafraseando a Walter Benjamín, Filósofo y crítico literario alemán del siglo pasado, cuando trata de explicar en lo que a mi concierne, el gran dilema de definir al ser humano en lo intrínseco del ser, y el ser ser, es decir, lo que consideramos valioso para definir nuestras actitudes y nuestro comportamientos. Hago esta pequeña reflexión en el intento de entender a los políticos que por mucho tiempo han dirigido la cosa pública y sobre todo, en estos momentos en que el país se encuentra imbuido en un proceso electoral, y se aprueba un proyecto de ley para implementar un plan de desarrollo para los próximos 30 años. Pues más que un plan de estrategia, de lo que se trata es de aprobar una nueva reforma fiscal, que no tendrá otro objetivo que cubrir los déficits del y los procesos electorales pasados.

 Las pruebas sobran. En el poco tiempo transcurrido del presente siglo el Pueblo Dominicano ha sido sometido a un proceso sistemático de Reformas Tributarias, las cuales se han sucedido con una celeridad sorprendente. Desde el año 2000 hasta la fecha se han aprobado seis Reformas Tributarias, según reportes de la Dirección General de Impuestos Internos, y la mas importantes, desde mi punto de vista, a saber: ley 147-00, ley 288-04, ley 557-05, ley 495-06, ley 173-07, y ley 139-11, entre otras. Sin contar con otras disposiciones de carácter normativo que tuvieron mayor o igual impacto en los ingresos tributarios, como lo es, el reglamento 254-06, sobre la implementación del proceso de emisión y control de comprobantes fiscales. Sin embrago, creo oportuno señalar como fue impactado el pueblo dominicano en el periodo comprendido entre los años 2000-2010. 

Entre los años 2004-2007, se aprobaron 4 reformas fiscales, a razón de una reforma por año, y desde el año 2000 hasta el 2011 el pueblo dominicano sufrió los embates de una modificación tributaria cada dos año en promedio. Durante el periodo analizado los ingresos tributarios fueron impactados de manera significativa. 

Después de la reforma fiscal ocurrida en el año 2000 las recaudaciones fiscales tuvieron un crecimiento moderado hasta el año 2003, pasando de RD$51,271.50 MM a RD$79,684.60,MM para un crecimiento acumulado de un 55%, sin embargo, a partir del año 2003, el sistema Tributario Dominicano se convirtió en una verdadera estructura de recaudación, pasando de RD$79,684.60 MM en ese año a RD$225,085.20 MM en el año 2010 para un crecimiento de 182%. El impacto es más notorio si analizamos este crecimiento de los ingresos tributarios en el periodo comprendido entre los años 2000 y 2010, donde las recaudaciones pasaron de RD$51,271.50 MM a RD$ 225,085.20 MM con un crecimiento del 339%, a una tasa de crecimiento anual del 16% durante los diez años estudiados. Un dato adicional, durante el mismo periodo, el peso de los impuestos se multiplico por 5, es decir, los dominicanos pagamos hoy 5 veces lo que pagábamos en el 2000. Lo paradójico de esto es que a pesar de haber vivido y estar viviendo esta revolución impositiva, los dominicanos seguimos hoy día padeciendo los mismos males sociales que por mas de 50 años nos han afectado como nación. Con todos los ingresos recaudados las autoridades gubernamentales no han logrado resolver un solo problema de los llamados fundamentales, vitales, e indispensables para encaminarnos por la ruta del desarrollo.

Como muestra, juzgue el desempeño exhibido por la República Dominicana en los indicadores de desarrollo humano, ocupando los últimos lugares en materia de educación, salud, alimentación y seguridad. La República Dominicana no ha podido siquiera resolver el problema eléctrico aún privatizado, situación superada hace ya décadas por países con economía mucho más pequeña que la nuestra. 

Las Reformas Fiscales al que ha sido sometido el sistema tributario dominicano, no han tenido mas propósito que el de recaudar. Si observamos los objetivos y argumentos que adornan y, que justifican los preámbulos de los encabezados de los textos impositivos, se puede notar la presencia del elemento común que indica dicho propósito” el de garantizar un nivel adecuado de ingresos para un desempeño gubernamental efectivo, la implementación de políticas fiscales que contribuyan a la sostenibilidad y el equilibrio de las finanzas públicas”. Pero nótese, no se ha logrado ni una cosa, ni la otra. 

Al paso del tiempo solo tenemos un pésimo desempeño y macro burocratización gubernamental lo que unido a los niveles de corrupción reconocidos por las propias autoridades nos da como resultado un total desequilibrio en las finanzas públicas. De ahí el interés de las actuales autoridades de introducir una nueva reforma fiscal, claro esta, después de las elecciones de mayo 2012. En este punto, cabe hacer algunas preguntas: ¿Han fallado las distintas reformas fiscales que hemos tenido? ¿Ha fracasado el sistema tributario en aportar los ingresos fiscales de manera efectiva y sistemática?, en mi humilde opinión no han fracasado, y las cifras así lo dicen, el propósito de las mismas fue recaudar, y lo hizo, dejando de lado y golpeando al más importante de los actores, el contribuyente.

 La formulación de una reforma fiscal integral en el contexto internacional de una economía globalizada, en un ambiente de libre mercado, debe promover la salud y el bienestar de los agentes económicos, promover la implementación de políticas gubernamentales que garanticen unas finanzas públicas sanas, el logro de superávits, procurar y promover una relación amistosa y de confianza entres el Estado y contribuyentes, siendo este un punto vital en la elaboración de planes y programas de desarrollo, sin privilegio ni exclusiones. Precisamente estos son puntos que siempre han estado ausentes en las distintas reformas fiscales que se han implementado.

El sistema Tributario Dominicano presenta fallas que se traducen en una dificultad para el normal desenvolvimiento de los contribuyentes. Por ejemplo, como es posible, que un activo que este en actividades productivas, generando renta, que fruto de sus operaciones contribuya a la generación de actividades gravadas con ITBIS, con impuestos selectivos al consumo, retenciones de rentas, financiando la salud cuando paga seguridad social, más como es posible que, si por alguna situación especial, este activo no pudo generar riqueza más allá de aquellas que le permita retornar la inversión y contribuir con un 30%, 29% o un 25% según sea el caso, este deba pagar un impuesto como el llamado impuestos a los activos. ¿Y que del impuestos a los cheques?, que para una empresa, significaría lo mismo, que una persona tenga pagar un impuesto por respirar?. Dígame, como se explica que una empresa en una situación similar pueda operar, o incluso recuperarse comprometiendo el poco capital de trabajo que queda.

Si el entorno globalizado actual demanda de una relación transparente entre los entes económicos, como es posible que un plan de estrategia de desarrollo como el aprobado, no tome en cuenta al factor más importante, que al final de cuenta, es quien va a financiar con su trabajo, con sus ingresos y de quien el Estado depende para ser sostenible. ¿Por qué no involucrarlo?, ¿por qué el contribuyente no pasa a ser un elemento más activo en el proceso?, ¿Por qué el Estado, dentro de ese plan de desarrollo, no promueve que el contribuyente sea gestor de alguna manera de esos recursos que él ha generado? Si la economía lo que persigue es la racionabilidad en la administración de unos recursos de por si escasos, en necesidades ilimitadas. Y el estado como tal, ha fallado en este proceso, como lo definió Henry Clay, Estadista Americano del siglo 19, “El gobierno es una delegación de poderes, y los políticos son los responsables delegados, y ambos, gobierno y delegados, están para servir a la población” al menos es lo que se percibe. 

Digo esto porque en el divagar de objetivos específicos y generales, entre metas y propósitos, en dicho instrumento de desarrollo, no se observa, ni por asomo consideraciones de este tipo. Si el Estado persigue el bienestar económico y social, en un instrumento de desarrollo debería contemplarlo. 

En este contexto yo planteo lo siguiente; el cuestionamiento de siempre de los contribuyentes es a dónde van mis impuesto? El Estado normalmente invierte los recursos en actividades que necesariamente no forman parte de la agenda de los contribuyentes. Es probable que los entes económicos que ayudan a financiar al Estado estén más dispuestos a intercambiar sus aportes por obras de más interés; podría ser, más impuestos por más seguridad ciudadana, más impuestos por más salud, más educación etc. O de una manera más directa. Por ejemplo, hay situaciones relacionadas con servicios que deben ser brindados por entidades que dependen del presupuesto nacional, digamos una situación tan simple como la limpieza de un filtrante, algo tan simple como esto se puede traducir en un problema mayor para los habitantes de un sector cualquiera, como inundaciones, que se traducen en perdidas materiales, enfermedades, plagas y demás. 

Digamos que un afectado hizo posible la solución de este problema. La solución de un problema por el ó los afectados directos se tradujo en una solución para la comunidad. La inversión que conllevo la solución de un problema como este, que se entiende debe ser atendida, de manera oportuna por los gobiernos municipales, debe necesariamente ser reconocida como un crédito de la declaración de renta de este contribuyente si lo demuestra ante un organismo competente, y por vía de consecuencias debitada de la partidas del presupuesto de la institución relacionada con el problema. ¿Estos es posible? Por supuesto que si.

En una economía del bienestar,” la finalidad del Estado es el bienestar del pueblo. El progreso material y la prosperidad de una nación son deseable, sobre todo, en la medida en que contribuyan al bienestar material de todos los buenos ciudadanos” así lo concebía Theodore Roosevelt. La perspectiva orgánica de las finanzas públicas, concibe la sociedad como un todo natural, orgánico, donde toda acción individual debe ser entendida con una repercusión universal en la sociedad misma. Alguien pudiera pensar que al actuar así, el estado estaría cediendo poder, pero de lo que se trata es de compartir la decisión. Los presupuestos participativos son un punto de aproximación y los resultados son aplaudibles y muy bien valorado por los munícipes.



El autor es Economista y Contador
Materia en Contabilidad Administrativa
Especialidad en Contabilidad Impositiva